En el
cuerpo humano hay 100 bacterias por cada célula de nuestro cuerpo, de tal
manera que en los últimos años, algunos autores definen al ser humano como un
super-organismo simbionte de células eucariotas y procariotas (Eberl, 2010). La
relación del ser humano con la microbiota intestinal comienza en el mismo
momento de su nacimiento, y su composición es muy variada, aunque en una
persona adulta el mayor número de bacterias pertenecen a los tipos de Firmicutes (60-80 %) y Bacteroidetes (15-30%).
El ser
humano vive en simbiosis con estas bacterias, les aportamos el medio en el que
vivir, y ellas a su vez nos aportan muchos beneficios para nuestra salud. Su
papel va mucho más allá de la asimilación de nutrientes, y en los últimos años
el estudio de la microbiota intestinal se ha acentuado por sus efectos en el
mantenimiento de la barrera epitelial, evitando el desarrollo de patógenos, o
por su papel potenciador del sistema inmune.
Como
ejemplos valgan los resultados de estudios recientes que arrojan luz sobre el
efecto que podría tener la microbiota como elemento facilitador en la
inmunoterapia contra el cáncer. La ingesta
de Bifidobacterium consiguió reducir el
crecimiento tumoral en personas enfermas de cáncer, al igual que el tratamiento
de inmunoterapia con Anti PD-L1 (bloqueante del anticuerpo PD-L1); pero lo
resultados fueron más notables cuando se combinó la toma de Bifidobacterium con inmunoterapia,
reduciendo casi por completo el desarrollo tumoral (Sivan et al., 2015).
También la toma de un probiótico a base de Lactobacillus
casei consiguió reducir el tumor en pacientes con cáncer de colon (Konishi et al., 2016).
Aunque
los avances son esperanzadores para conseguir tratamientos eficaces y que
mejoren el pronóstico de la enfermedad, deberíamos ser conscientes de las
alarmantes cifras sobre la incidencia del cáncer para los próximos años, donde
uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres padecerá la enfermedad a la
largo de su vida.