La práctica de ejercicio físico no supervisado.

Como se demostró en una revisión sistemática, los programas de ejercicio físico supervisado han constatado mejores resultados que aquellos en los que el profesional no se encontraba presente para dirigir la actividad  (Buffart y col., 2017; Cancer Teat Rev Jan;52:91-104. doi: 10.1016/j.ctrv.2016.11.010).

Pero en un trabajo reciente (Mascherini y col., 2018; J Sports Medi Phys Fitness Mar 1. doi: 10.23736/S0022-4707.18.08131-8), ha concluído que el ejercicio no supervisado puede obtener beneficios a largo plazo. Para ello sometieron durante un año a 43 mujeres supervivientes de cáncer de mama con sobrepeso a un programa de ejercicio físico programado pero no supervisado, en el que se recogieron datos en seis ocasiones. Tras el año, se consiguieron mejoras significativas en el IMC (p<0,00) y la suma de los pliegues cutáneos (p=0,01). Los test funcionales mostraron una mejora de la aptitud muscular de la extremidad inferior  y una reducción de la presión diastólica tras la prueba de seis minutos caminando (p=0,03).

Con este estudio se puede concluir, que la práctica de ejercicio físico continuado y planificado, supervisado o no, conlleva beneficios físicos para las mujeres supervivientes de cáncer de mama.