Pero en un trabajo reciente (Mascherini y col., 2018; J Sports Medi Phys Fitness Mar 1. doi: 10.23736/S0022-4707.18.08131-8), ha concluído que el ejercicio no supervisado puede obtener beneficios a largo plazo. Para ello sometieron durante un año a 43 mujeres supervivientes de cáncer de mama con sobrepeso a un programa de ejercicio físico programado pero no supervisado, en el que se recogieron datos en seis ocasiones. Tras el año, se consiguieron mejoras significativas en el IMC (p<0,00) y la suma de los pliegues cutáneos (p=0,01). Los test funcionales mostraron una mejora de la aptitud muscular de la extremidad inferior y una reducción de la presión diastólica tras la prueba de seis minutos caminando (p=0,03).
Con este estudio se puede concluir, que la práctica de ejercicio físico continuado y planificado, supervisado o no, conlleva beneficios físicos para las mujeres supervivientes de cáncer de mama.